Suicidio... Cuando nos quedamos sin respuestas

El suicidio es uno de esos temas aterradores que la mayoría de las veces queremos dejar en el fondo del tintero para no confrontarnos con aquel tabú.

19 FEB 2019 · Lectura: min.
Suicidio... Cuando nos quedamos sin respuestas

Y se trata de un tabú, ya no tanto por el señalamiento religioso, sino porque es una situación que parece ir "contra natura". Se supone que el miedo más grande del ser humano es la muerte, el suicida se arroja a la muerte violando aquel ancestral temor y quienes se quedan, aun cobijados por el instinto de supervivencia, no logran comprender tamaña "aberración". Pero, aunque parezca incomprensible para otros, en la mente de quien lo lleva a cabo, es un resultado "lógico", es por eso por lo que lo hace.

Aun así, este peculiar fenómeno ha sido registrado en todas las culturas, en todos los momentos históricos, en todos los géneros y en todas las edades en las que los medios del proceso han estado al alcance de los actores de esta tragedia. La posición cultural ha ido desde del señalamiento punitivo hasta la invocación del proceso. Así encontramos como los suicidas, por un lado, eran castigados por la iglesia católica prohibiéndoles entierro en tierra santa y por tanto no poder ser llamados al juicio final, lo que significaba que eran condenados a penar perpetuamente; además de dejar una marca social en todos los miembros de la familia por lo que en muchos casos eran borrados de la historia familiar. Por otro lado, en la cultura japonesa, el suicidio por honor, o harakiri, era algo promovido y visto como el mejor paso a seguir para promover la honra de la familia o personal si había algo que expiar o una desesperación mayor; a veces se condenaban familias enteras al harakiri y era considerada una condena preferible y honrosa en lugar de ejecuciones públicas.

Actualmente vemos, por un lado, el suicidio aterrador de quienes se inmolan por causas religiosas y políticas asesinando a cientos de personas en atentados terroristas. Por otro lado, están las tremendas tasas de suicidio de países como Corea del Sur en donde, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el 2017 de cada 100.000 habitantes 27 personas se suicidaban, incluyendo importantes personalidades de la televisión y la música. Son dos fenómenos muy diferentes: el terrorista tiene un objetivo muy especifico anclado en toda una estructura de creencias y valores, que justifica y motiva el acto. El joven coreano, como en muchos otros países en donde hay sociedades de consumo, se enfrenta a una crisis de sentido en donde ya no hay nada en sus creencias o valores que motive y movilice su vida y por tanto le da fin.

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En este artículo trataremos el suicidio como la búsqueda de la propia muerte a raíz del sinsentido. Esto es un proceso, pues, aunque el acto en sí se ve como algo abrupto y súbito, no se trata solo de que, de repente, una persona se quita la vida. Es algo que se va desarrollando en la mente de la persona en la medida en que, en su perspectiva, se va quedando sin alternativas. Puede tomar meses o solo unos días, puede tener avances y retroceso, puede estar a punto de hacerlo y arrepentirse, puede decidirlo y solo hacerlo, también puede planearlo meticulosamente y nunca hacerlo. Por eso a nivel de salud mental se encuentra una clasificación. Según el Doctor Sergio A. Pérez Fundador de la Sección de Suicidiología de la Asociación Mundial de Psiquiatría hay varias presentaciones clínicas de la idea suicida:

1. Idea suicida sin planteamiento de acción: la persona plantea el deseo quitarse la vida, pero ante la pregunta de cómo lo haría, no sabe.

2. Idea suicida con método inespecífico o indeterminado: en este la persona manifiesta su deseo de matarse, tiene varios métodos pensados, pero aún no elige uno especifico. Cuando se le pregunta ¿cómo lo haría? Responde que de cualquier manera y enuncia varias opciones, pero sin señalar una especifica.

3. Idea suicida con un método especifico no planificado: en este la persona manifiesta su deseo de morir, ha elegido un método, pero no tiene definido cuándo, dónde y cómo desarrollarlo exactamente.

4. Plan suicida: es aquella idea en la que la persona manifiesta su deseo de morir, ha escogido un método especifico, ha escogido un lugar, un momento y tiene claras las precauciones para no ser descubierto ni detenido.

Aunque es una clasificación es también una cronología del desarrollo de la idea suicida, entre más se elabora la idea más riesgosa y grave es. Esto no implica que, si la persona no tiene un plan este fuera de riesgo. Aun si la idea es inespecífica, si la persona es muy impulsiva no necesita un plan muy desarrollado, suficiente desesperación puede desencadenar el proceso.

Ahora bien, como dice el refrán, del dicho al hecho hay mucho trecho, así bien la idea o incluso el plan suicida no hacen al suicida, por eso la OMS clasifica el hecho en:

  • Ideación suicida: que es la que describimos antes y que es pensar en quitarse la vida.
  • Acto Suicida: Hecho en el que la persona que se causa una lesión a si misma independiente de si se conoce su intención y motivos.
  • Intento de Suicidio: Acto suicida en el que el objetivo era la muerte, pero no se alcanza el objetivo.
  • Suicidio: Acto suicida en el que el objetivo era la muerte y es alcanzado.

Así pues, el suicidio final, aunque sea desgarrador es algo que se construye desde una simple idea hasta una acción concreta y nefasta. Si lo pensamos, dejando de lado el tabú, todos hemos pensado en querer morir, sea por una vergüenza muy grande cuando invocamos un "trágame tierra" muy sentido hasta un dolor desgarrador como la muerte de una persona muy significativa. Pero la mayoría de las personas despachan la idea rápidamente, ya sea porque nos da demasiado miedo o bien porque hay demasiadas cosas valiosas que nos conectan con la vida. El suicida no la descarta, la acaricia, la contempla y la va diseñando meticulosamente.

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Este diseñar es algo importante, pues nos habla de un elemento que antecede al acto. El suicida entra en una dinámica personal que alimenta su proceso, generalmente se aísla, sufre solitariamente y se va desconectando de la vida con renuncias progresivas porque ya nada le apetece y nada le entusiasma. En ese aislamiento entra en una forma peculiar de egocentrismo muy doloroso pues se encierra en y con su dolor. El gran dilema es que entre más se encierra más doloroso es, el monólogo de ese egocentrismo cada vez va ganando más y más fuerza y la persona se va quedando sin recursos para interpelar su propia oscuridad. A la larga somos nuestra mayor esperanza, pero tétricamente, podemos ser nuestro peor enemigo. Sin el diálogo con el mundo externo, las ideas catastróficas y pesimistas construyen un argumento interno extremadamente coherente que en cierto punto la persona deja de contraargumentar para alimentar.

Ahora bien, esta construcción argumental no es sobre la muerte o morir, es una percepción de la vida o de las relaciones o de sí mismos o incluso de todo lo anterior desde una perspectiva que augura un fracaso, un dolor, una angustia o un daño al que creen estar condenados, sea por sí mismos y su insuficiencia o por un mundo externo pérfido. La idea suicida, entonces, no es el problema es la resultante. Es una solución intentada para resolver otro problema. En realidad, la persona busca la muerte no por la muerte en sí, no como un acto de aniquilación, sino como una forma de detener un dolor ante el cual se quedan sin herramientas, un dolor que alimentan con el proceso descrito anteriormente y que parece una condena sin escapatoria posible.

Sí hay salidas

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Esto es el eje de la esperanza. Si bien no es una tarea fácil es posible detener el dolor y generar una visión diferente de la vida sin enfrentarse a ella como una condena catastrófica. Es posible martillar las paredes de esa caja oscura y hacer que entre un poco de luz. Con el tiempo algunos martillazos pueden incluso romper aquellas paredes y descubrir otros horizontes. El gran dilema es que la persona tiene que dar un salto de fe, casi del mismo calibre que el que tendría que dar para quitarse la vida. Pues se opta por morir cuando se espera que esta sea la solución para detener toda la angustia, en el fondo de esa decisión hay una profunda esperanza de que todo sea mejor. Sobreponerse a la idea suicida implica llevar la esperanza hacia otro lado, aunque ese camino sea un poco más largo.

Ahora bien, entre más se deja avanzar el proceso más difícil es detenerlo por eso es importante detener la espiral critica rápidamente. A continuación, unas recomendaciones para quien se encuentra a si mismo rondando en estos nebulosos campos:

1.La ideación es reversible, aunque sea algo grave no necesariamente tiene que empeorar.

2. Buscar ayuda es vital para poder alterar el sistema argumentativo, un dialogo abierto y claro sobre nuestras peores ideas, con la persona indicada (profesional), puede quitarles fuerza y ayudarnos a ver nuevos horizontes.

3. Aunque creas que a nadie le importa, se ha comprobado que un evento suicida a nivel familiar deteriora gravemente a las personas y relaciones del núcleo familiar, muchas veces se generan replicas en hermanos o primos menores.

4. Recuerda que entre más te aíslas, más tiempo pasas con las ideas, entre más tiempo pasas con ellas más las alimentas y al final será imposible luchar con ellas.

5. No olvides que si abandonas ahora la vida esto será todo lo que ella sea. Todo el dolor vivido, todo el daño recibido serán lo que te defina y tu historia habrá sido escrita por quienes te lastimaron y no por ti.

6. Aunque el dolor y la tristeza sean muy grandes no son una condena ni un destino, hay muchas personas que pueden ayudarte ¡busca ayuda!

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Escrito por

Mariana Garavito Posada

Psicóloga graduada de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá con una Maestría en psicología con énfasis en psicología clínica desde el enfoque Humanista existencial de la Universidad del Norte. Actualmente cursando la Alta formación en Psicoterapia Breve Estratégica del Centro di Terapia Breve Strategica de Bogotá. Actualmente ejerce en su consultorio particular.

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