La curiosa castración de la tristeza masculina y sus efectos
Sin importar el género, lidiar con la tristeza es uno de los grandes retos de los seres humanos. Sin embargo, para algunos hombres esto es más complicado.
Pensemos en una escena típica de uno de los constructores más grandes de estereotipos, las telenovelas. Vemos la típica escena en la que la heroína llora por alguna razón y el héroe la acompaña estoicamente con cara de sufrimiento, pero conteniendo, de forma admirable, toda la emoción con una compostura que envidiaría cualquier ser humano que se ha sentido avergonzado de sus emociones. Pero olvidamos que esto es ficción, efectivamente el actor aprende a parecer sufriente sin sufrir y a verse triste sin estarlo; por tanto, su "aguante" no es real, como tampoco es real que las personas deban contener sus emociones, esconderlas, o peor aún, no sentirlas.
Pero como tantas veces, nos creemos la ficción como una realidad y asumimos los estereotipos como modelos. El modelo en este caso es los "hombres no lloran" pues su "aguante" de las emociones es proporcional a su masculinidad. Entre más "hombre" más resistente al dolor y más de piedra debe parecer. Esto va incluso tan lejos como creer que no debería sentirlas, debería ser incluso casi o relativamente inmune a la tristeza y al dolor. Esto en una novela establece un personaje masculino viril, protector, capaz, etc.
En la vida real es uno de los criterios para diagnosticar psicópatas, que son notoriamente conocidos por no sentir culpa, dolor o tristeza, por ello son capaces de cometer atrocidades.
Pero persistimos en la idea de que la masculinidad es emocionalmente "más fuerte que la feminidad". Aquí podríamos generar todo un debate sobre género, pero la intención de este articulo no es un debate ya que, invariablemente del género o el sexo, ser humano implica ser sensible; no en el sentido peyorativo del adjetivo en el que se mal define "sensible" al que llora por todo, se molesta por todo o demás. Sensible es aquel que siente con la piel, con la mente y con el espíritu, es decir que está conectado con su entorno, con los otros y con lo que le es valioso.
Pero volvamos a nuestro estereotipo de macho inalterable y por tanto, insensible. Por supuesto no se trata solo de las novelas, la cultura está impregnada desde hace mucho tiempo con esta idea. Podríamos decir que ese constructo social fue funcional para las tribus primitivas, pues la supervivencia alimenticia de las tribus nómadas dependía de la fortaleza de sus hombres. Lo mismo que en la idea del caballero medieval, la fuerza física garantizaba éxitos bélicos. Efectivamente no podemos imaginarnos a ninguno de ellos anegado en lágrimas, pero no debemos imaginar que ellos no eran sensibles. De hecho, la protección de los ideales que defendían surgía justamente de sentirse conectados con lo valioso.
Ahora bien, tampoco podemos imaginar a los hombres más cercanos a nosotros como seres de piedra. Algunas personas habrán visto o no llorar a sus padres, hermanos, amigos o parejas, pero sea como sea, todos sabemos que son sensibles. El "qué" es la cuestión. En lo masculino, puede ocurrir un fenómeno que describieron hace poco y que burla los datos epidemiológicos.
La epidemiologia tradicional describe que las mujeres son más propensas a sufrir depresión en tanto los hombres son más propensos a sufrir problemas de ira. Dichos datos se extraen de los motivos de consulta más regulares de cada género. Pero tal como lo comenta el Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos en su artículo "Los hombres y la depresión" el análisis de la epidemiologia no es cierto, la cultura sabotea una vez más la estadística. Los hombres sufren depresión en la misma medida que las mujeres solo que los signos y síntomas con los que se manifiestan en la mayoría de los hombres aquejados por este problema enmascaran la depresión.
Es decir, la mayoría de los hombres que se deprimen no parecen deprimidos, no en el estereotipo que tenemos, parecen enojados, parecen irritables, parece que tienen problemas de ira y demás. Curiosamente entre cultura, crianza, aprendizaje y otros hemos castrado la tristeza masculina hasta que parece invisible.
No en vano se encuentran otros datos episcopologios interesantes, tales como se suicidan más hombres que mujeres. Se ha dicho mucho que esto tiene que ver con características de género, como que los hombres temen menos al dolor o son más determinados y por ello escogen técnicas suicidas más efectivas. Pero con lo visto en mi practica clínica me empiezo a plantear otra hipótesis ¿y si fuera otro el planteamiento? ¿y si lo que pasa es que a los hombres les cuesta más expresar su malestar, se encierran más en su angustia y por tanto es más fácil que lleguen a soluciones extremas?
Lo mismo ocurre con la cifra en adicciones. Estadísticamente hay más hombres con problemas que adicción que mujeres. Se plantea que esto tiene que ver con que los hombres tienen más acceso a los espacios de riesgo y tienen menos regulación familiar y/o social. Aun así esto también es acorde con lo planteado antes. Como la tristeza es una emoción que es mal vista en los hombres, las sustancias se vuelven una vía de escape y de expresión de sus malestares. La alteración de la conciencia implica una pérdida del control emocional regular que les permite ser y sentir por una parte o bien, obviar el malestar. Aun así la vía de escape puede volverse un problema de mayor magnitud como se sabe con una adicción permanente que, en realidad, enmascara una dificultad para lidiar con su realidad emocional.
Pero aún así, se enseña a los niños (y lo enseñan hombres y mujeres) que no deben llorar o expresar su tristeza abiertamente, pues supuestamente se ven menos masculinos, porque se ven tontos y etc. Y la mayoría de los niños lo aprende efectivamente, aprenden a no llorar ni mostrar sus emociones "incómodas" o las que los hacen "vulnerables". Crecen teniendo esta necesidad de parecer de piedra y, en casos extremos, a querer ser como piedras y esas "peligrosas" emociones se reprimen, se esconden, pero ellas buscarán siempre la salida.
Y la salida está relacionada con otra emoción. Una emoción que se supone está validada para la masculinidad. Emergiendo de la idea de que el hombre debe ser fuerte ¿qué mejor manera de exaltar lo viril que desde la fuerza? y con ella desde la rabia que es movilizadora de fuerza. La rabia nos moviliza al ataque, a la defensa, a la confrontación. No es una transición difícil, aunque parezcan polos opuestos, pues muchos de los que padece este problema aprenden a avergonzarse de la "vulnerabilidad" de la tristeza y esa vergüenza se transforma en rabia, sea contra ellos mismo o el catalizador.
Pero esta censura se vuelve castración cuando ni ellos mismos ven que se trata de tristeza. Cuando por el proceso tétrico de aprendizaje logran, trágicamente, convertir la tristeza y cualquiera de sus derivados instantáneamente en rabia. Muchas veces, incluso más allá: se vuelve ira porque es una energía emocional que surge de la tristeza (incluso de otras emociones no gestionadas) pero que se reprime, se acumula y en el ejercicio de este control inadecuado se vuelve descontrol. Es decir, vemos una rabia desproporcionada, violenta, rencorosa, venenosa, una rabia que destroza tanto al que la siente como a los que viven sus efectos.
Si lo pensamos es mucho más peligrosa esta rabia "alienada" que la tristeza, pero culturalmente es más aceptada que la expresión abierta del dolor. Además, aunque la rabia permite una liberación emocional ésta no es genuina. Es una engañosa descarga, en el fondo sin confrontar el real problema desde la tristeza la energía sigue activa y por tanto el malestar que sigue acumulándose con cada nuevo elemento hasta que ocurre el estallido. Con el tiempo el hombre empieza a volverse cada vez más irascible, cada vez más intolerante, cada episodio más agresivo hasta que ocurre algo que lo desdibuja completamente a él y a sus relaciones.
Si este es tu caso, aquí hay unas recomendaciones
- Nadie te está pidiendo que llores todo el tiempo, pero es importante tener un espacio para hablar francamente de lo que te preocupa. "Francamente" implica aceptar que duele y que puedas ser honesto al respecto.
- Recuerda que, en el fondo, si te duele es porque es importante para ti. Esta sensibilidad no pone en duda tu masculinidad, habla de tu humanidad. Bien canalizada toda emoción es constructiva.
- Tu experiencia te ha demostrado que tratando de ser fuerte terminas quebrándote de una forma peligrosa para ti y para quienes amas. Si necesitas ayuda para expresar lo que te aflige, ten el coraje para hacerlo a tiempo.
- Nunca es tarde para aprender a gestionar tus emociones y construir la vida que te mereces y ofrecerla a quienes amas.
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